No es cuestión de estrellas, es cuestión de equipo

Nos acercamos a las últimas decisiones de la segunda ronda, donde ya no es suficiente hacer las cosas bien, sino que hay que hacerlas mejor que el resto para conseguir el éxito. Hemos hablado con líderes de equipos que han participado tanto en la fase nacional, como en la internacional, y todos coinciden en que cuando se llega a las últimas fases de la competición, conforme el nivel va subiendo, es cuando mayor importancia adquiere la eficiencia del trabajo en equipo, tal y como sucede en la vida real, donde sólo sobreviven las empresas bien gestionadas.

A medida que se complica la competición, las bases del éxito se van desplazando desde una toma de decisiones coherente hacia una exigente, basada en el análisis pormenorizado de cada decisión y en el debate de las mismas. Decisiones que uno toma convencido, muchas veces, no sobreviven al primer asalto de un debate en equipo. Es esa pequeña junta directiva que habéis creado la que aporta valor a las decisiones, obligando a cada miembro del equipo a defender sus posturas y ser experto en el área en la que trabaja. Es la voluntad de todos de ser una pieza clave la que llevará al equipo a tomar las mejores decisiones.

Pero todo esto necesita de alguien que coordine al equipo y que tenga una visión general de los objetivos: un líder que sepa motivar y comprometer a sus compañeros con las metas del equipo. Un buen líder es capaz de luchar contra la desafección de su equipo y sustituirla por vinculación. Conociendo a sus compañeros, puede saber hasta dónde son capaces de llegar y saber qué muros es necesario derribar para que desarrollen su talento completamente. Valorando el trabajo de los miembros de su equipo, reconociendo sus aciertos y el trabajo bien hecho, corrigiendo con mano derecha y compartiendo las ideas de mejora con ellos, podrá dirigir, mover a sus compañeros eficientemente hacia la acción, la eficacia y la productividad, generando en su trabajo autonomía y libertad, de forma que sean capaces de proponer y de explicar sus propuestas, escuchándolas, valorándolas y debatiéndolas. Se trata de escuchar a otros miembros del equipo exponer sus conclusiones, enriqueciendo el debate y llegando a mejores ideas. Gracias a la visión general que se desarrolla, se es capaz de estructurar el trabajo y los tiempos, coordinando al equipo para decidir cuándo trabajar individualmente y cuándo en equipo. Esa visión general permite ver más allá de una inversión en capital o en publicidad, permite ver cómo todas las variables interactúan entre sí, para un resultado mejor.

La recompensa es buena: el éxito de la gestión del líder y del trabajo en equipo conlleva el éxito de la empresa. Si las cosas funcionan es porque el trabajo de todos y cada uno de los miembros funciona, tanto por separado, como en conjunto.

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